Odiar gente es estar de luto. Odiar de una manera dulce, interminable, genérica, odiar como si fuera primavera, odio gay, odiar a la francesa, a lo profundo, odiar por odiar, para no perderte, odiarte para poder quererte al amanecer, odio para invertir en el silencio, odiarte con odio embustero, volverte a odiar, sentir odio y luego no; odiar. Me gusta odiarte siempre, con un odio que se traduce en veranos ajenos, en ferias, me invento palabras para odiarte en el anonimato, pretendo que te odio para engañar a la energía, odio la ciencia, odio tu teoría, pero estoy seguro que más te odio a ti, aunque no me correspondas, me alegra tu desinterés por mi odio hacia ti, me conmueve que al proclamarlo me quieras, te odio, no vivo sin odiarte, no puedo dejar de hacerlo, me propongo odiarte más y no puedo, no me interesa que me genere desgaste, que me llene de odio por dentro, que por fuera provoque piedad, sin explosión ni implosión, que me deje volver a querer, que me obligue a olvidar callar, no odiarte por compromiso sino por casualidad, odiarte para dejarte ir y para retenerte volverte a odiar, no me resulta fácil entender el odio que me provocas, pero lo disfruto y me siento culpable, me odio. Odio que respires, que me odies, que me cueste tanto trabajo querer seguir con vida, que las cosas vuelen, que la vida se corrompa, que el espacio se prolongue, que me dejes odiar, que me dejes de odiar, que me odies sin decírmelo, que no sepas odiar, odio que aprendas a odiar. Odiarte es volverte a querer de otra manera, sincerarme conmigo. Odiar es una sonrisa podrida.

