Escritos
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Indispuesto a nada

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No estoy en condiciones de alzarte la voz, me siento débil, debe ser el cambio de época, o tal vez sólo sea yo. Vivo al borde de la locura, cada día me despierto a punto de cometer un sinnúmero de insensateces, que jamás termino de ejecutar. Niños que caminan en procesiones pidiendo por la salud de todo el mundo, enfermo. Rezar sin pensar. Escribirte porque siempre me he comunicado mejor así, no por nada más. Nadie es quién pretende ser, ellos murieron ya, uno es quien es, no nadie más. Cada vez que siento el corazón discapacitado. No me conformo con menos que todo. Salpicados todos resultamos culpables. ¡Corromped a los que queráis! Cuando saquemos a limpio, estaremos embarrados ya sin remedio. Por hoy me retiro, dejo de estar. Siempre y cuando. Esta valentía no nos va a durar. Son achaques que heredé de mi propia infancia. Supuestamente. Es el eco de las voces que escucho por las noches y que normalmente no puedo ignorar por culpa del poder de lo inevitable. Gritémonos de frente. Escupámonos. Justifiquemos este odio que nos llena los bolsillos. Esa plata que nada puede comprar. El demonio que nos citó aquí. Estos cuerpos desanimados que esculpen su futuro en la retina de un televisor. Esos cientos de veces que peleábamos sólo para no enfrentar otras guerras. Ese día que te dejé de querer y que pasé a ser subhumano. Esa industria que nos llena el cerebro de angustia, ese imperio que no nos deja presumir nuestra humildad. Esta bacteria que hoy te dejo como herencia. Esa ciencia que se explica sola. Ese minuto que parece –sólo parece- se nos quedó en Manabí.

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