Sales del viento vibrante de un vibrato que absuelve pesadumbres, emerges como emergencia evacuado de una nube que nunca priorizó firmamentos. Te patean las canillas y te roban todo excepto lo menos trivial y sigues. Porque no sabes detenerte ante otros, sigues, porque la ventana que dejaste abierta es suficiente y siempre lo fue, sigues, porque no hay impuesto para el que sigue, sigues. Tal vez me dijo espérame aquí, tal vez no nos volvamos a ver jamás. Pensé que nadie me robaría a ti, todo menos a ti, tal vez me equivoqué. Perderte es desolador, veo con desprecio la gente pasar, siento que el tiempo corre derramando sangre. Veo finales violentos, veo la hora y leo una diferente, soy abstemio, huelo a nada, me desplazo a otro aeropuerto con los ojos abiertos, me parto en diez, en diez pedazos de soledad, de una soledad rotunda e imperecedera. Muero con cada bocanada de aire putrefacto, me acribilla cada gendarme hijo de las mil putas que pasa a mi lado con una prosa versallesca. Me siento perjudicial para mi salud, siento que me desinflan los penúltimos versos que escupen mis dedos. Te veo venir en cada bamboleo de una maleta, en cada sonrisa protocolar, en cada insulto que me atraganté, en cada tambaleante segundo de este día que el calendario olvidó omitir. Me dijo espérame aquí, esa es mi última esperanza, me dijo espérame aquí y pon en mi lugar un café libre de azúcar, pon ahí donde me sentaba yo, una canción que no hable de nadie en especial, un alimento que podamos explicar y un montón de incontables rosas rojas sin código de barras. Me dijo espérame aquí que esa es mi última esperanza y no la pienso descartar hasta que venga alguien y me diga que ese tarareo de ruedas de maletas de viaje no eres tú, y no soy yo aquel esperándote. Hasta que venga el ángel de nuestra guarda y nos reviva de este boceto malogrado. Te espero aquí y no porque no tenga más que hacer pero porque sólo sé esperarte, me he vuelto una sala de espera de tus regresos. Ansío abrazarte para quedarnos atorados hasta que la muerte nos separe. Si me voy de aquí no sabrás donde encontrarme cuando vengas a buscarme como prometiste. No me voy de aquí porque ya no sé si me dijiste espérame aquí o se convirtió en mi verdad de tanto repetirla. La angustia produce nauseas y la nausea engendra traumas que a su vez provocan infancias desparramadas al frente de estos ojos que te quieren ver aunque sea de forma borrosa. Lo último que quise que me dijeras fue saquemos adelante nuestras vidas y así lo deseé. Te lo juro por la virgen más sagrada, en el convento menos monoteísta, en las galerías deprimentes de este viaje que no veo la hora en que termine. Te suplico le adjudiques a este cuerpo flaco, viejo y tembloroso, un cupo en ese avión que perdimos cuando sentimos culpas de otros, un asiento en esa larga lista de lugares mágicos que querías que te lleve a conocer, pero que no fue posible en esta vida. La peor forma de morir es aquí sentado, en este sitio ruin, en el que me dejaste sentado y me dijiste espérame aquí. Esas pistolas jóvenes que rondan esta inexperta guerra que los coroneles novatos no pudieron cortar de raíz. Ya no sé ni qué mierdas escribo. Cogimos tantos trenes que derivaron en tantos estados de ánimo desaprensivos que a su vez ingirieron tantas y tantas drogas de prescripción. Espérame aquí.

