Lo más difícil es distinguir. Cuando somos materia envuelta en pañales, tardamos media docena de meses en reconocer conocidos. A la vejez los volvemos a olvidar. En el proceso los confundimos. La vida se trata de descubrir quiénes son los malos. Ubicar a los buenos es un poco más sencillo. Así es la guerra. No sabes quién es tu enemigo hasta que lo tienes respirándote a media pulgada de la nariz, apuntándote con un fusil AK-47. Apuñalando distancias en el camino. Acortando diferencias hasta que nuestros cuerpos se fundan y evaporen, en las puertas del calor. Inventar un juego en el que no sea opción perder. Comer Sandry por despecho. Tildar sólo como acto de nostalgia. Olvidar la plata. Exabruptos ortográficos. No morir sin dejarle a alguien las contraseñas de nuestras redes sociales. Procurarnos. Subdividirnos. Elaborar, desarrollar y ejemplar. Usar palabras con tantas acepciones que nadie pueda descifrar lo dicho. Llorarte frente a extraños. Demorarse un milenio en subir y bajar de la cima. Inventar palabras con la esperanza de que el diccionario las defina. Inventar palabras con la esperanza de que el corrector no las detecte. Sublimar tus granitos de arena. Salir de paseo contigo a la plaza donde el pueblo alguna vez sangró por sus raíces. Podrirnos de la depresión. Desprendernos. Desprended.
Published on 29 enero, 2014
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