Month: febrero 2015

Escalada de bajos sentimientos

Hijitas de papi encerradas en cubos de hielo, esperan terminar el bachillerato, abordan el primer avión, rumbo a la tierra de los tiroteos, se sacan una selfie. Ascensores públicos repugnantes, como convencionalismos, de políticos que manipulan respuestas, otros preguntas, mismo teleprompter. Tus neuronas outside the box, inhalan estrés, se trastornan, por la gélida humanidad que no espera, despelleja. Todas mis personalidades se aglutinan frente a un espejo de dos lados, se dan fraternalmente la paz. Nadie fue recordado por haber sido persistente al momento de fracasar. La constitución de cada país, no es más que un pasquín, donde los habitantes de dicho lugar, acceden a que multinacionales devasten su tierra. La habilidad de doblar la ley, hasta el punto exacto, en el que parezca accidente antes que delito. Tratar de defender invasiones injustificables, porque más difícil es pedir permiso. No tener hijos, si después no voy a hablar con ellos. Alumbrar ilegalmente en la tierra prometida, al siguiente día, regresar. Conocer mi verdadero yo, no el de las iglesias o cientos de sitios, donde nos obligan a fingir, que …

Veintisiete imprecisiones para no llamar a la policía

Soñar anoche que se carga un arma, sin destino. Nunca saber, qué hacer con ella. Pero que el sueño no resulte infructuoso. No saber qué hacer con ella, desencadenarse. La muerte no se cambia por nada. Nadie tiene derecho a tomarse la vida de otro, aunque evitar la muerte, no sea posible. Cada bala es un segundo desperdiciado. Morir es la ley de la vida, algunos mueren demasiado pronto, otros esperan impacientemente todo un santo día. Alguien la fabricó, desperdiciando su vida en esa bala. Morir es volverse eterno, como sopa de sobre instantánea, te conviertes en un postre de vitrina, deliciosamente decorado, por el resto de tu muerte. Alguien invirtió dinero en esa bala, otro alguien creyó que era buena idea cargarla, seguramente ese mismo cobarde, apretó el gatillo cobardemente. Morir es sano, es volverse material de conserva, preservados en nuestros propios aceites, volverse de repente esa diabetes implacable, que diariamente perseguimos. Esa bala que anima los funerales transmitidos por la tele. Morirse es contemplar todo desde el otro lado del vientre, es volverse televidente, dejando acéfala la teleserie. Esa …