Month: julio 2015

Los mismos eufemismos (piensa un número)

La estéril búsqueda de dos pies y una cabeza, para mis dispares soliloquios. Diecisiete horas en este edificio con patio, que varios confunden con prisión. Setecientos perros sustituyendo seres humanos, ladrando vacuos discursos. Tan solo una película que me haga recordarte. Me conformo con que me dejen cantar una mísera canción. Ciento cuarenta y un monumentos al olvido. Mis libertades empacadas al vacío. Insomnios matutinos y encima escasez de palabras, causas sin efecto y viceversa. El campo nos provee de drogas artesanales que nadie logra atinar a fumar. Frases con superpoblación de verbos. Hoja a hoja me deshojo quincenalmente, resulto mi propio editor, me vendo y me compro humo, me promociono y desacredito. Tengo exactamente setenta y dos canciones sin componer, que no tratan sobre la explosión frambuesa que aseguras, es tu vida. Ciento veinte segundos para conseguirlo todo. Ocho mil servilletas expuestas al miedo. La fábula de la memoria vaciada sin respaldo que no pudimos recuperar, por más tecnología. Ciento un eufemismos para explicarte siempre lo mismo y lo mismo y lo mismo y lo mismo. Cero.

In-tok-si-key-ting

Defendemos la paz, si no hace frío la naturaleza, pero lo que más molesta, es que hurguen en nuestros bolsillos. No soy mucho de comenzar nada, o de rezar, pero me ha pasado que lo hago, y no puedo detenerme más.   Ciudad olor a anarquía, donde intoxicaréis vuestros récords policiales, solo por justificar los efectos de alguna pastilla. Casinos de la desvergüenza, donde se juntan las colillas descoloridas de la depresión, se derraman los güisquis sin dueño que el mesero olvidó retirar, un dólar es un momento, una moneda un reencuentro, donde uno entra, y sale otro. Emprendí tantas cosas, pero luego gracias a la sabiduría, supe dejarlas a medias, a su debido tiempo. Pobres diablos sinvergüenzas muertos de hambre, aferrados a la esperanza de poder dilapidar un día, importantes sumas de dinero ajeno. Anduve perdido, hoy soy más consciente de mi persona, aprendí a convivir con las consecuencias de mis decisiones, que siendo mías, ya es bastante decir. Cuando elegí doblar la esquina hacia el otro lado, te evité por un minuto de vida, preferí sobreactuar …