Escritos
Deja un comentario

In-tok-si-key-ting

#116

Defendemos la paz, si no hace frío la naturaleza, pero lo que más molesta, es que hurguen en nuestros bolsillos. No soy mucho de comenzar nada, o de rezar, pero me ha pasado que lo hago, y no puedo detenerme más.   Ciudad olor a anarquía, donde intoxicaréis vuestros récords policiales, solo por justificar los efectos de alguna pastilla. Casinos de la desvergüenza, donde se juntan las colillas descoloridas de la depresión, se derraman los güisquis sin dueño que el mesero olvidó retirar, un dólar es un momento, una moneda un reencuentro, donde uno entra, y sale otro. Emprendí tantas cosas, pero luego gracias a la sabiduría, supe dejarlas a medias, a su debido tiempo. Pobres diablos sinvergüenzas muertos de hambre, aferrados a la esperanza de poder dilapidar un día, importantes sumas de dinero ajeno. Anduve perdido, hoy soy más consciente de mi persona, aprendí a convivir con las consecuencias de mis decisiones, que siendo mías, ya es bastante decir. Cuando elegí doblar la esquina hacia el otro lado, te evité por un minuto de vida, preferí sobreactuar esa mañana tranquila ¿cambié el mundo para siempre? Las víctimas no anónimas del «qué dirán» ganan juicios billonarios por linchamiento mediático, en los juzgados sin inodoro de la quinta paila del infierno. La avaricia conspira contra tu sex-appeal. Pierdes ambas piernas, pero solo cuando asimiles que no puedes correr, estas te harán menos falta. Conformarnos con engullir, esa inmejorablemente planeada historia. Cambiar el destino, con un  plan impecablemente planeado.  Mientras más volteretas des por una falta, menos festejes un gol, más hables del mal arbitraje y menos seguro parezcas de lo que haces, más estarás adelantando el día de tu muerte. Hasta para involucionar, se evoluciona.

Deja un comentario