Ni un alma
Para mis hijos Salimos de la solitaria -¿y sospechosa?- quietud del vientre, a la violencia de las guerras de las calles de las ciudades, futuras ruinas de nuestra barbarie y en medio del shock y por la fuerza, nos etiquetan: asustadizos. In fact este lugar no está tan desolado como proclaman por ahí (no en la tele, ok sí). Me conformo porque soy así de nacimiento: con el término medio entre el completo caos y la paz absoluta, con un vacío del bueno, esos donde nada importa ni siquiera lo que se te pueda caer de los pu*** bolsillos. Cada crooner afronta su propia vorágine de monstruosas sutilezas, con limitaciones tan auténticas como lo es él. La competencia es para determinar quién envejece menos aparatosamente o quién se siente menos miserable respecto de sí mismo, nada más, ni nada menos. No importa cuánto tiempo pase, las fotografías -de nuestros miedos, complejos y taras- siempre se verán antiguas, aunque en su momento hayan parecido el reflejo de algo, preguntas ambiguas, un intento inútil. Todos somos un algo africano de fabricación china controlado …
