No quiero dormir nunca más
No puedo alumbrarte todos los días y encima tolerarte, recordarte consecutivamente mientras te pierdo de vista, desobligándote de mí. Siempre soñé con encontrarte en el vaivén demencial, mientras bailábamos, irrealmente. Turbulencia tras turbulencia, digeríamos una nueva epifanía, otro capítulo de historia que olvidaríamos, con apasionamiento. Dejé que te arrancaran de mí en la puerta de un quirófano, enseguida supe que no me había sentido tan miserable en años, jamás fui un inútil tan poco servicial, en cero segundos me convertí en alguien incapaz de complacerte, en absolutamente nada. Y es que éramos prácticamente inexistentes, inexistentes de algo que alguna vez nos habíamos mentido, y es que nunca voy a querer dejar de ser ese empolvado soldado reservista, que viste en mí, en el fondo de aquel cajón, pintarrajeado de rosa, ese que murió sin saber que no fue más que una simple fotografía. Esa melancólica polvareda que sale del fondo de una montaña de ropa mal lavada, que no permitiremos que nadie vuelva a lucir jamás, porque lo dejaremos todo intacto, para hacernos daño con tu partida, …
