Escritos
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Alma(sin)cenar

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Foto: Esteban Cruz (@OzzyKruz)

Los hijos son de cristal, y también de plástico, de oro, y de hormigón armado. Desde el asiento los vi, supe que siempre fuimos hormiguitas, y no pude dejar de desear que pasásemos más tiempo juntos, para poder rezar por ellos hasta sería capaz de aprender a rezar, soñar que intentamos algo juntos, no lo sé, pasar decidiendo a cuál de nosotros se parece más cada uno, abrazos arbóreos, regresar de repente a ese lugar donde aprendimos a ser padres de alguien, son de porcelana y acero, son mejores superhéroes no villanos, no es la primera vez que siento ganas de salir volando, desde el cielo pienso que ojalá el mundo pareciera un mejor lugar para ustedes, vivir nuestro propio mundo; todos a la vez. Los hijos son de cada día, de toda la vida, de todo tamaño, del frío y del verano más largo. Nunca me viniste a visitar, me reclamaba, tuve que invitarte para preguntarte por qué nunca me viniste a visitar, pero pusiste una excusa pendeja, algo de tus hijos creo. Pero cuando morí, ahí estabas, como si me hubieras querido, como si me hubieras querido como yo esperaba, como si nos hubiésemos puesto de acuerdo para querernos, como si quererse fuese una cuestión, de ponerse de acuerdo, sé que te gusta despedirte y por eso estás aquí y no te juzgo, trataré de no juzgarte, pero podías venirme a ver cuando esta conversación, todavía era posible. ¿Cómo llamar a ese sentimiento en el que la vida está pasando demasiado rápido? Vértigo del alma, como quebrada en un simulador. Los hijos son de la tarde y a las tres de la mañana, son de desayunar y de comer cuando tienen hambre. Juntos caeremos tal vez, por el interminable vacío de las asperezas, una comparsa de sombras que nos seguirá, para no dejarnos morir solos, escuchar juntos gritos que no sabemos si son terror o carcajadas, a las cinco y media de la madrugada, risas que no quedan abandonadas, después, ya será muy tarde para reír. ¿Por qué hice esto? me preguntaba, yo solo fui capaz, de echarme a llorar. A veces uno se ofende porque no está bien informado, o te ofenden porque no desenredaste todo lo que tenías en la boca, o en esa garganta, que llega hasta tu boca. Miedo a quedarme sin palabras mientras trato de explicarte, algo que jamás le expliqué a nadie, miedo a que me explote la cabeza y eso me supere, me dé asco, miedo a todo, a dejarlo botado a la vuelta de la esquina en el basurero de la historia, miedo a caer en la tentación, a no saber cómo librarnos del mal, miedo a hacer daño, al odio de los demás.

Y a muchas cosas más.

 

 

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