Escritos
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Damnificados

Foto: Esteban Cruz

Un país sin tinieblas, sin ventanas que permitan que el viento entre de improviso, uno en el que las ruinas se levanten así porque sí y de nosedónde, en el que las verdades no necesiten argumentos, uno en el que la justicia no se empeñe en insultar nuestra devaluada inteligencia. Un país en el cual salirse con la de uno, donde nadie pregunte por ti por tu aspectudo caminar, por la proveniencia de tu nombre, un país en el que nadie sepa tu apellido, donde respirar libertad y ser libre; de burocracia no requiera. Un país que no te esté juzgando y que no te deje ser ciudadano de otra clase, que no te deje morir así, que no te deje morir sin más, que no te deje morir sin ti. Yo soy el que te espera cada noche, el que reza para que regreses, el que después de que regresas te sigue rezando, el que nunca dejó de rezar para que te quedes, el que rezó hasta que se quedó mudo de oraciones ateas, el que se cambió de religión en medio de la noche, el que lo volvería a hacer, esta, y muchas veces más. No me arrepiento de haberte sido infeliz, de haberte sonreído sin necesidad, de haberte servido de sede, de haberme quedado indeleble en tus mundanos pensamientos ocasionales, de haberme confundido de raza y de ropa, solo para ti. Distráete de lo realmente importante, esquivemos juntos todo aquello que avasallarnos pretende, sal de mis asuntos pendientes y conviértete en aquello que jamás quisiste ser; o desquítate de ti conmigo, antes que se emperre la noche en olvidarnos, antes que la vida olvide que la estábamos viviendo, antes que la muerte se dé cuenta; que la estamos muriendo.

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