
Mancomunadamente me suicidé, en una maravillosa ceremonia, sencilla, personal; emotiva tanto como corta. Como no tienes trabajo entonces sales a protestar, porque eres un vago. Poder dormir para soñar y así cambiarte de nombre, calladito. Un impulso intenso, mío, me quebró en dos. No se puede ser tan energúmeno y no trabajar. Pronto entenderás que es mejor dejar ahí, eso que no entiendes bien, mejor es ser idiota, mejor es no entender. Tienen derecho a todo, excepto a sentir la necesidad de protestar por sus derechos, eso no.
Ve y pregúntale a ella, a la que te parió, por la racionalización de la femineidad o la feminización de la razón. Te explotó tu propia guerra en la cara, la sangre se te fue de las manos, ya ni dios confía en ti. Te cortaron el agua solo para que te pongas así, y protestes así. Vamos a sentarnos a morir en la puerta de ese hospital que tanto dinero -del nuestro- costó. La revolución de los que no tienen ni nombre, pero sí ciudadanía, de segunda, más vale un carro, un adoquín o un puto edificio. Quise hacer un manifiesto subversivo, que al leerlo te explote, que te lo altere todo, que en paz no te deje, pero no pude, porque estoy detenido, me detuve yo mismo, me recluí en mi propia desesperación, en la puta madre de mis privilegios, decidí que me encerraría en mí mismo, y aquí estoy, víctima de mi propio secuestro, me entregué como prueba de fe, para demostrarme que no estoy solo conmigo, ni sin mí.
