
Ilustración: Enrique Vivanco Baquero
Bienvenidos a la novela que no he decidido escribir aún. Estas palabras vienen siendo todo lo que tengo pendiente al momento, y en este momento de mi vida son (supuestamente) una especie de transición hacia algo nuevo, aunque luego, todo vaya a seguir; exactamente igual.
Voy a intentar ser, esa persona que tantas veces he postergado, aunque tan solo fuera, por un instante. Me extraje de esa película coreana en la que (sin saberlo) me mimetizaron, me identifiqué tanto con esa escena, en la que borracho de nostalgia futura, merendaba; con amigos.
Amanezco con unas ganas locas de desecuatorianizarme por completo, no haber nacido aquí, me levanto de la cama queriendo ser de otra parte, tener otra bandera en la que vomitarme, otro himno del cual burlarme, arrastro y voy dejando desparramados por las calles de este mierdero: nacionalismos como bendiciones que no necesitaba, pero que de todas maneras he recibido, besos en la mejilla no solicitados y que me limpio (casi) antes de que sucedan, estrechones de mano a los que no pude anticiparme para desinfectar, teniendo que hacerlo cuando ya era tarde. Me limpio en tus manos, lo que me agobia. Alcohol-gel-social.
Os voy a dejar dos pequeños embajadores del mañana, para que merodeen y constaten, que todo siga, como no pudimos dejarlo. Como nos lo dejaron, aquellos que tampoco pudieron dejarlo; como querían.
Hiperesclavizados ciudadanos de cuarta categoría, sin papeles, ni permisos, no certificados, que perdieron a sus padres antes de que siquiera entendieran que existían, tanto ellos; como sus padres.
