Yo no sé soñar. Cuando niño me paseaba con toda clase de monstruos, alrededor de una piscina sin ingeniería. Finalmente no soy tan ambientalista como creí. Escribir por obligación. Resumir nuestras vidas en un suspiro, nada tan desinflamatorio como un suspiro. Los abogados de George Harrison. Desprendidos de un cuento donde las hadas madrinas improvisan de antemano un final que fue mejor no preveer en el acto. Si las consignas que pregonamos no se fueran por el desagüe así nomás, si los sabores que recordamos no perdieran su nostalgia, si los olores se esfumaran por sí solos al amanecer, si cantar fuera cuestión de decir cosas inolvidables al oído, después, un blancazo. Si borrarte de los créditos no estuviera penado con cargo a la consciencia, si pensarte no fuera suicida, si fumarte no fuera tan caro, si quererte fuera inmoral, te quisiera igual, de la misma manera, con las mañanas pálidas ajenas, que se me retuercen como entrañas propias, extrañas enredaderas que no soportan el vigor del peso de los años, años incontenibles, que siguen pasando inconteniblemente. Me resisto y me resigno, me vuelvo a despertar. Hoy amanecimos como siempre, pegados. Atorados a la salida de un antro lleno de drogas de prescripción, con música de funeral, con alientos de gargantas profundas, con sintaxis de borrachos, con identidades iguales a nosotros, al viento. ¿Alguna vez sentiste el viento? Me preguntó. ¿Cuándo fue la última vez que sentiste el viento? Insistió. Salgamos a pensar. Sentémonos a bailar. Que el descanso eterno sea una cuestión de seguir con vida. Que no juzgues esta vagancia tan mal vista. Lugares en los que la historia no sea impartida, sino respirada. Licuadoras que mezclen las versiones de los hechos de ambos bandos, para beber. Acordarnos de repente de todo aquello que ya olvidamos y recordar que la fragilidad de la memoria está implícita, sin estar escrito en ninguna parte. Que la historia de nuestros testigos sea la misma. Que nuestros huesos se sienten a beber café a la luz de una hoguera donde no asesinaron a nadie. Que nuestros escalofríos nos describan lo que sienten. Que nadie se meta con nuestros cordones umbilicales wi-fi. Que la gente ‘aprendamos’ a coexistir en catarsis, si es el caso.
Published on 9 junio, 2012


felicitaciones super chevere querido amigo
Un abrazo. que difícl es pensar y agarrar juicio y postura