Texto y foto Nora Miño Ortega
En el comedor escolar no hay diferencias, no hay favoritos. Es lo que he aprendido en estos años de servicio. Antes mi sueldo era manejado por una tercerizadora que ganaba millones a costa de mi aporte involuntario. Hoy en día espero cada mes y cada año mis haberes completos, incluidas mis utilidades, de parte de la empresa donde paso más horas que en mi propia casa. En uno de esos tantos días, recorría el comedor por donde pasaban docenas de estudiantes de primaria. Entre todos los niños divisé una cara familiar, me lo quedé mirando (con disimulo por supuesto) porque no me acordaba de donde lo conocía. Este muchachito de un metro y pico, (alto para su edad) no era ni tan blanco como los estudiantes europeos ni tan morenito como nuestros guambras. Era mezcladito, morochito. Pero me llamaron la atención sus ojos verdes y sus dientes grandes que aún parecían de leche. Tenía una camiseta azul, que claramente era un souvenir peruano “PERÚ PAÍS DE MARAVILLAS” decía.
Seguí mi recorrido y divisé a Manuel que estaba justo al frente. Manuel, un sordomudo que fue contratado gracias a ley de personal con “capacidades especiales”, ahora por fin no eran llamados “in-válidos”. Fue difícil su inclusión ¡pero no inalcanzable! Al verlo pensaba en todas las dificultades que pasó hasta acostumbrarse al “trabajo en equipo”. Y aunque hubo resistencia de algunas empresas, gracias en parte a las multas millonarias que tendrían que pagar, ahí estaba, lavando platos a toda madre. Regresé a ver y sirviendo agua, estaba Zoraida que durante años fue empleada doméstica “puertas adentro”. Día y noche trabajando, día y noche desafiliada. Ahora no solo contaba con una afiliación ella, sus hijos también. Ahora recibe sus décimos puntuales. Gracias al bendito (para algunos maldito) mandato 8. Sirviendo el arroz y ensalada estaba Johnny Edisson, con un acento extraño preguntaba a los alumnos si querían más. Su acento no era más que producto de la migración a España hace 10 años. Me contó que este año decidió volver porque escuchó que habían más oportunidades en este último tiempo y que igual estaban jodidos en España. De hecho hace 2 días fue internado de manera gratuita en el Hospital Eugenio Espejo por un cólico renal que lo tiró al piso. Lo que en Madrid, dice, hubiera costado una fortuna. Carlos tenía la disposición de usar todo su cabello de rockero dentro de una cofia de tela. La nueva ley de bares y comedores así le obliga. Así como se exige que los niños vuelvan a la quinua, chochos, amaranto y compensen en algo las hamburguesas gringas del fin de semana. Misión casi imposible, pero no imposible.
Seguía revisando las mesas cuando el Chef que también había regresado del extranjero para ver que ofrecía esta tierra, pasó por al lado y le dijo al niño que me parecía conocido: -“Primero come la sopa, o le aviso a tu papi”… el niño sonrío y tomó un gran bocado. Me quedé pensando y como quien recuerda donde dejó las llaves de la casa dije: -¡Claro! Como mi memoria es fotográfica, no me acordé exactamente cuando. Pero hace unos 6 años era muy pequeño, y por televisión nacional jaló la corbata de su padre. Lo quedé mirando por última vez y me pregunté: ¿Sabrá este niño que su padre está cambiando el destino de toda la gente que sirve la sopa? ¡Miguelito! (pensé): Come tu sopa tranquilo, sin importar lo que digan algunos, porque hay gente que toda la vida agradecerá lo que hizo tu papi, solo mira a tu alrededor.


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Hermosisimo. Felicitaciones. Me ha hecho salir una lágrima pero me ha dado más fuerzas para hoy más q nunca apoyar al cambio x este nuestro bello Pais
Gracias! En tus palabras se reflejan los hechos…….. Tu eres un ecuatoriano de verdad.
Una ecuatoriana de verdad que ama a su patria.